Capítulo V. Fuera de Foco
undefined
undefined
Hoy
hace un maravilloso día. No quedan rastos de la tormeta que acometió
hace apenas unos cuantos días. El sol brilla en lo alto y a mí me
parece un día perfecto para pasarlo fuera, sentir el sol sobre mi
piel y gastar un poco de dinero. Estoy un poco aburrida y de no salir
y ocupar mi mente en alguna cosa, mi mente podría llenarse de
amargos recuerdos que hoy no quiero ni necesito traer a mi memoria.
He
decidido pasearme por el centro comercial. Camino largo rato por los
estantes de las tiendas y elijo unos cuantos vestidos y algunas
faldas, nunca fui muy afecta a este tipo de vestimenta pero llevarla
puesta es algo que me hace sentir sexy y en mi nuevo estilo de vida,
ser mirada y deseada por otros es algo casi imprescindible.
Después
de unas horas de estar vagando me ha entrado un poco de hambre y los
pies comienzan a rogarme por descanso.
Busco
un restaurante en el interior del centro comercial, no suelo recurrir
a esta clase de lugares pero dado que mis pies claman por descanso;
no me queda mas remedio. Después de buscar unos minutos, me
encuentro con un restaurante elegante de comida italiana, no llama
mucho la atención, es más bien un lugar sencillo pero se encuentra
lo más apartado posible del bullicio y eso me basta.
Al
llegar a mi mesa el mesero me lleva la carta, me quedo mirando el
menú unos minnutos, sin decidirme por nada, realmente cualquier cosa
estaría bien, pero quiero parecer interesante así que me quedo
mirando la carta unos minutos más de lo normal. Puedo escuchar una
voz varonil un poco más al fondo. Adivino que se trata de alguien
joven, me gustaría voltearme y mirarle pero prefiero seguir
escuchando la conversación.
—¡Pero
que guapa! —dice la voz
—¿Guapa?
¿Quién? —pregunta su acompañante con una voz familiar.
—Allá.
En la mesa del frente, junto a las palmeras. La mujer que acaba de
llegar. Es realmente sexy. Quisiera hablarle.
—Pero
si es ella —dice la voz y escucho sus pasos acercándose a mí.
—¿Ella?
¿Quien? —pregunta el otro siguiéndole.
—¡Hey!
¡Pero si eres tú! ¡Que sorpresa! —dice la voz y me vuelvo al
tiempo que se acerca —No esperaba encontrarte en este lugar, ¿Cómo
has estado? —dice mientras me besa la mejilla, me toma sólo unos
segundos reconocerle, se trata del joven de cabello largo a quien
conocí una noche en algún bar. Si aquella noche le hubiese
preguntado su nombre, ahora podría responder su saludo «¡Ah
Sutanito! ¡Cuanto tiempo!»
Pero no podía así que me limite a sonreirle.
—¡Vaya!
Que sorpresa —respondo con fingido interés.
—Vamos,
no tienes porque ser tan dura, sólo venimos a saludarte. Mi amigo
quería saber tu nombre y a decir verdad yo tambíen, la última vez
olvidé preguntarlo. O, mejor dicho, escapaste antes de que pudiera
hacerlo —dice el joven acomodándose en el asiento frente a mí, en
mi propia mesa. Lo miro sin dejar de sonreír —Lo siento. A veces
olvido mis modales. Permíte presentarnos. Mi nombre es Iván Damme
y ha sido un placer volver a encontrarte —extiende la mano derecha
hacia mí, saludándome. Instintivamente le delvuelvo el saludo.
—Anna
Evans — sostengo su mano firmemente pero no con demasiada fuerza.
—Anna
—repite —bonito nombre. Él es mi amigo —dice mientras señala
al chico que se ha acomodado en el asisento libre junto a él —su
nombre es Dante Montero.
—Es
un placer — dice nervioso el muchacho, pero yo lo ignoro. Nunca me
ha importado ser amable con las personas y no hay nada en él que
llame mi atención —Espera, ¿dijiste Evans? Me parece que antes he
escuchado ese apellido, pero no recuerdo de donde.
—Sí,
seguro que lo habrás escuchado por ahí —contesto restándole
importancia al asunto.
Después
de terminada la comida, dudo entre seguir soportando la compañia de
ambos chicos o volver a casa donde me espera una soledad abrumadora.
Si sólo fuese Iván no lo dudaría. Me gusta su compañía, en
realidad la disfruto mucho. Pero la manera en la que su amigo me
mira, me atosiga.
—¿Porqué
no le hablas de la fiesta? —dice de pronto el chico como si
adivinara mis intensiones de irme.
—En
realidad no estoy de humor para fiestas hoy —digo zanjando el
asunto.
— Bueno,
yo no diría que es una fiesta, entendería perfectamente que no
quieras ir —dice Iván —es más una reunión de niños ricos en
un bar de la zona, la música no estará mal y habrá alcohol a
rebosar, fuera de eso no habŕa nada interesante, pero al menos no
estarás sola esta noche.
—¿Por
eso es que irás tú? —pregunto.
—Puede
ser —responde él.
Después
de pensarlo un rato decido aceptar. Tal como Iván prometió, el
lugar no es la gran cosa pero tampoco puedo decir que me esté
aburriendo, si no fuera por los incesantes acosos de Dante, hasta
podría decir que me estoy divirtiendo.
Sorbo
mi bebida contra la barra, de espaldas a ésta. Disfruto de la música
que resuena en el lugar, al otro lado, puedo ver a Iván mirándome
como la primera vez, acechándome como aquella noche. Pero esta vez
no lleva el traje blanco, lleva puesta una chaqueta color caqui y
unos jeans oscuros ceñidos. Camina hacia mí pausadamente. Por
primera vez desde la comida, se dirige a mí.
—Espero
que no estés aburrida.
—Con
“casi” te refieres a Dante, ¿cierto? —sonreí —lo siento,
ese chico puede ser muy insistente.
—Deberías
conseguirle una novia, el pobre parece un poco desesperado.
—Lo
siento pero eso es todo culpa tuya, normalmente es agradable.
—¿Cómo
que mi culpa? Yo no le he dado motivos para..
—Eres
muy hermosa —me interrumpe —y ése
es motivo suficiente para que cualquier hombre se abalance sobre ti
con la esperanza de atraer tu atención. ¿Te molestaría compartir
tu bebida conmigo?
Se
me ha terminado y veo que tú apenas la has probado —dice cambiando
de tema.
—Te
la dejo —digo dándole mi vaso —creo que debería irme ya.
—Espera
un poco y te acompañaré yo mismo.
—La
verdad es que hace un rato que he perdido a tu amigo y deseo irme
antes de que me encuerte; pero gracias por el ofrecimiento.
Sin
más, salgo del lugar. Conduzco por las calles casi vacías hasta
llegar a la zona residencial donde está mi departamento. Subo por el
ascensor hasta mi piso. Abro la puerta y me recibe la oscuridad.
Normalmente no me importa, pero algunas veces, como ésta, después
de un largo día el llegar a una casa vacía me es insoportable. Me
dirijo al tocador, donde guardo mi diario, lo tomo entre mis manos y
busco la siguiente página en blanco. Me siento sobre la cama y
comienzo a escribir.
Cariño
mío:
Esta
noche conocí a un muchacho. No había nada interesante en él, a no
ser por el hecho de que me recordaba de cierto modo a ti. No me
refiero a físicamente. Físicamente no se parecía a ti en nada.
Tampoco me refiero a tu personalidad. Sigo pensando que tienes una
personalidad única y dudo que vuelva a conocer a alguien así en lo
que resta de mi vida.
Lo
que quiero decir, es me recordó un poco a ti, cuando nos conocimos.
Por aquella época los dos éramos muy jóvenes y tú jamás perdías
la oportunidad de hablar conmigo. Eras tan insistente hasta el grado
en que me enamoré de ti. Por supuesto no estoy diciendo que vaya a
enamorarme de él, en realidad espero no volver a verlo, como espero
no volver a verte a ti. No, a ti si quiero verte. No puedo negarlo.
Dentro de mí crece el deseo de volver a tus brazos. De volver a ser
feliz junto a ti, sólo junto a ti. Pero estoy perfectamente
conciente de que eso es imposible. Mis esperanzas de volver a verte
son tan grandes como la certeza de que jamás sucederá.
Ese
muchacho me hizo pensar en ti. Sus ojos fijos en mí. Penetrantes.
Intensos. Sus multiples intentos, por torpes que parecieran, de rozar
mi piel con cada sútil movimiento. Sus ensayadas frases para atraer
mi atención. Si hubiese sido la “yo” de antes, tal vez habría
funcionado, pero no ahora.
Apesar
de lo abrumador que llegó a ser, me hizo sentir tan... deseada. Como
me hacías sentir tú desde el principio. Aún recuerdo el
significado de cada sonrisa, de cada gesto. También recuerdo que al
final, durante los últimos meses, ya no me hacías sentir así.
Después de “aquello” comenzaste por hacerme sentir culpable y
luego dejaste de tocarme.
¿De
verdad dejaste de desearme? ¿Relamente llegaste a aborrecerme? Creo
que no podré saber jamás la respuesta a esas preguntas, pero sé
que jamás podré dejar de preguntarme: ¿Será que dejaste de
amarme?
Con
cariño... Anna.
5:59 p. m. | |
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario