Después
de un día de trabajo en la oficina, lo único que deseo es llegar a
casa y tomar un baño reparador. Pero abro la puerta del departamento
y me encuentro con una pila de correo esperando por mí.
Lo
hojeo sin mucho interés, después de todo, en su mayoría son
cuentas por pagar, a punto de descartarlo, un sobre amarillo llama mi
atención. En el remitente puedo leer la dirección de mis padres. Es
extraño que ellos me envien cartas. Normalmente si mis padres
necesitan algo suelen llamarme, aunque a decir verdad, desde hace
unos años comencé a distanciarme de ellos.
Contrariada,
abro el sobre y dentro hay lo que parece ser una invitación y una
nota de mi madre. La nota dice:
«Querida
Anna:
Esta
invitación a llegado a nuestra casa, así que hemos decidido
reenviartela a tu nueva dirección. Esperamos no causarte molestías,
sabemos que estas muy ocupada. Tu padre y yo estamos muy ansiosos por
verte pronto.
Cuídate
mucho y recibe nuestras bendiciones. Mamá»
Miro
la invitación y me sorprende mucho encontrar escrito en el sobre mi
apellido de soltera. Hace muchos años que no uso ese nombre. Ahora
entiendo el porqué fue enviada a casa de mis padres. La abro sin más
dilación y la leo en voz alta.
—Está
usted cordialmente invitada la fiesta del reencuentro de generación
trás diez años de celebrada la graduación. Esperamos contar con su
presencia el próximo diecisiete de abril a las ocho treinta en el
Grand Palace Hotel. —«¿Reencuentro?»
pienso para mí. La verdad en estos momentos estoy poco interesada en
esta clase de reuniones y aunque tuviera la intención de ir,
realmente mi apretada agenda no me lo permitiría.
Ahora
que lo pienso detenidamente, en aquella época en la que estudiaba la
licenciatura, casi no tenía amigos y no es que en aquel entonces
fuera tan huraña como lo soy ahora, es que en aquel entonces tenía
sólo los amigos en los que podía confiar, aquellos que de verdad
se pueden llamar amigos y que se cuentan con los dedos de una sola
mano. Al pensar en ellos me entra un poco la curiosidad. «¿Qué
habrá sido de ellos? ¿Les dará gusto volver a verme? ¿Se
acordarán de mí?»
Bueno,
en cualquier caso, me quedan aún dos días para decidir que hacer.
Debo aceptar que aunque no es algo que me ilusione me ha intrigado la
idea de encontrarme con el recuerdo de aquellos días llenos de
tranquilidad donde la idea de la felicidad era algo que casi podía
palpar. Con esos pensamientos vagando por mi mente, me voy a la cama.
* * * * * *
Es
de mañana y me encuentro metida en la oficina sumergida en una pila
de papeles que debo revisar. Si tan sólo Sebastían hubiese reducido
la lista de las propuestas para la nueva campaña, ahora podría
relajarme un poco, pero hay cosas en esta compañía que también yo
debo hacer.
De
improvisto el teléfono de la oficina comienza a timbrar, de
principio decido ignorarlo y seguir concentrada en las propuestas que
voy a rechazar, pero la insistencia del mismo me hace cambiar de
opinión. Sólo Sebastían y mi madre conocen el número de mi línea
privada y no llamarían si no se tratará de una emergencia.
—¿Diga?
—contesto tratando de sonar lo más despreocupada posible.
—Dime
que vendrás —responde una voz varonil al otro lado del auricular.
—¿Cómo
dice? —pregunto sin entender bien de que se trata.
—Me
muero de ganas de volver a verte. Dicen que te pusiste mejor que
antes.
—¡¿Disculpe?!
No sé quien demonios sea usted o como obtuvo este número pero
si...— una carcajada resuna al otro lado de la línea.
—¡Ah!
lo siento —me interrumpe —le pedí a tu madre que me lo diera,
por favor no te enojes con ella. La persuadí bastante, tuve que
decirle que se trataba de una emergencia porque no quería
molestarte.
—¿Mi
madre? ¿Cómo es que conoce a mi madre? —pregunto entre
sorprendida y asustada.
—¿Es
que no sabes quien soy? —pregunta la voz cambiando un poco el tono
—Soy Mauro ¿De verdad no me recuerdas?
—¿Mauro?
—silencio —¡Ah! Sí, sí, Mauro. Verás en este momento estoy en
medio de algo y no puedo atenderte, pero voy a conectarte con mi
asistente para que ella tome nota y te llamo después. ¿Está bien?
—Escucha.
Sólo quiero saber si vendrás a la reunión. Recibiste la
invitación, ¿o no? Eso es todo.
—Sí,
la recibí. Mira —digo sujetándome el puente de la nariz con el
dedo anular e índice —sinceramente estoy muy ocupada, no sé si
tenga tiempo para eso.
—Entiendo,
pero prometeme que harás el intento...
—Lo
siento Mauro, debo colgar —dicho eso cuelgo el teléfono y continuo
con mis ocupaciones apartándo mi mente de la conversación y
concentrándome en terminar mi trabajo.
Revisar
las propuestas resulta una tarea más ardua de lo que yo misma había
previsto y me toma casi todo el día descartar las buenas propuestas
de lo que no sirve. Estoy exhausta así que decido dejar el trabajo
hasta aquí. He obtenido una pila bastante reducida y con propuestas
decentes y dignas de consideración, así que satisfecha me voy a
casa.
Al
llegar, me encuentro con los rastros que ha dejado la Señora Lucy
tras ordenar y limpiar la casa. Me siento en el sofa de la sala de
estar y enciendo el televisor sin mucho ánimo. En ese mismo instante
mi celular comienza a sonar.
—Hola
mamá —contesto tratando de sonar familiar.
—Anna
¿Cómo estás? —su voz cariñosa llega a mis oídos llenándome de
calidez.
—Bien
mamá, trabajando. ¿Papá y tú están bien? —pregunto.
—Sí,
ambos estamos bien. Te llamo porque esta mañana me llamó un hombre,
dijo que era un amigo tuyo y que necesitaba ponerse en contacto
contigo. Dijo algo sobre una emergencia. ¿Está todo bien?—pregunta
con un dejo de preocupación en la voz.
—Sí
mamá —respondo dulcemente —era por la reunión de la
universidad. El sobre que me enviaste ¿recuerdas? No pasa nada. Sólo
era un viejo amigo que quería saludarme. Eso es todo.
—¡Ah
vaya! Entonces hice bien en darle tu número. Estaba un poco
preocupada porque podría tratarse de algo grave, pero me da gusto
que hayas hablado con tus amigos, hace mucho que no los llamas.
—Sí
mamá, no te preocupes que todo está bien. Dale mis saludos a papá
—es increíble que algo tan simple como hablar por teléfono con mi
madre estremezca mi corazón de ésta manera. Mi ser se llena de
ternura y de nostalgía hasta el punto de colgar el teléfono por
temor a que me asalten las lágrimas. Me gustaría quedarme
profundamente dormida con ésa mezcolanza de sentimientos
invadiéndome, pero sospecho que sólo el insomnio me hará compañía
ésta noche.
* * * * * *
Muy
temprano en la mañana me pongo en pie. Aún tengo bastante tiempo
antes de tener que ir a la oficina. Tomo una ducha rápida y hojeo el
periódico mientras bebo una taza de cafe. No es necesario que me
presente a primera hora en el trabajo, pero tengo una pila de papeles
que aún debo terminar y mientras más ocupada esté menos animos
tendré para ir a la reunión. Aunque me niegue a aceptarlo, es un
pensamiento que ha inundado mi cabeza.
Entro
a mi oficina y me topo con la espalda de Sebastían quien se vuelve
para mirarme al escuchar mis pasos.
—Señora
Anna. Lamento no haber podido informarle antes pero hoy no era
necesario que viniera a la oficina
—Estas
bromeando, ¿no? —digo poniendo mi bolso en el escritorio y
acercándome a la silla del mismo —hay un motón de propuestas que
debo..
—En
cuanto a eso, permitame felicitarla por su exelente trabajo. Debo
reconocer que gracias a su esfuerzo pude terminar la selección yo
mismo. Me simplificó mucho el trabajo. No hubiera querido tener que
ser yo quien hojeara todo eso. Por ahora sólo necesito que firme la
aprovación y puede irse a casa —dice al tiempo que me extiende una
carpeta de piel negra. La tomo con prisa y la dejo en el escritorio
frente a mí.
—Bueno,
ya que me has hecho venir aquí, al menos podrías tener la
delicadesa de invitarme a comer esta tarde —digo tomando asiento.
—Lo
siento pero ésta tarde iré a comer a casa.
—¿Ah
si? ¿Comerás la deliciosa comida de tu mujercita? —pregunto
sarcástica con una sonrisa burlona en mi rostro. Como respuesta
Sebastían me mira de una forma que no sé interpretar —lo siento.
Hoy no estoy de humor para quedarme sola en casa —me disculpo.
—Entonces
vaya a cualquier otro lugar —me dice acercándose a la puerta.
—Si
no te molesta, prefiero quedarme un rato en la oficina.
—Como
usted desee. Es su oficina —murmura cerrando la puerta al dejar la
habitación.
Me
quedo sentada frente al escritorio un rato un poco molesta. En
ocasiones como ésta, la eficiencia de Sebastían me exaspera. Me ha
quitado el pretexto perfecto para saltarme la reunión de ex-alumnos.
Ahora no me quedará más remedio que asistir. Pensando en esto, se
me ha pasado la mañana.
................................
Hasta la próxima
Un beso